EL PADRE


Año tras año, en la gran fiesta de primavera, subían al bosque sagrado niños temblorosos y bajaban orgullosos guerreros. Año tras año, se celebraba con pasión este gran ritual de la masculinidad para los guerreros de la tribu.

Siempre había sido así, para ser reconocido como adulto había que superar la gran prueba. Cada niño debía afrontar una noche solo, con una venda en los ojos, inmóviles, en quietud, sin poder reaccionar a lo que oigan, a lo que sientan. De dicha experiencia nunca hablarían con nadie. Al alba, con las primeras luces, superada la prueba, tendrían el privilegio de ser guerreros a servicio de su tribu y ser reconocidos, por esta, como legítimos hombres.

Cuando su padre le vendó los ojos, Habib sonreía con una mirada trémula. Aquel día tardó especialmente en caer del todo la noche. En su cabeza se dibujaban todas esas leyendas sobre pumas, lobos, espíritus de la tribu,… Habib, desde muy niño, se había acostumbrado a los sonidos del bosque, a reconocer cada olor, cada sonido, cada signo. Habib era uno de los mejores exploradores. Pero con los ojos vendados y la obligación de inmovilidad, sentía a su entorno hostil, adverso, peligroso. Era como si tuviera que aprender de nuevo todo aquello que pensaba que ya conocía. Pero esta vez sin poder llegar a la certeza, en solitario y con disminuidos recursos.  

Para Habib, el sentido del tiempo se convirtió en un continuo difuso. No podía precisar si habían pasado segundos, minutos u horas. Tampoco podía decir si había llegado a dormirse o se había mantenido despierto. Pero un sonido lo devolvió a la conciencia del aquí y del ahora. No tenía ninguna duda. Era el cercano aullido del puma. Quizá a menos de 20 metros. Su pulso aumentó, todo su cuerpo estaba preparado para el combate o la huída. Instintivamente llevó su mano a la venda, cuando estaba a punto de quitársela paró, quizá sólo una milésima de segundo. Quitarse la venda significaba el destierro, no podría volver a su tribu. Quedarse estático con ella, quizá su sentencia de muerte. 

¿Cómo decidir? Preguntó hacia dentro y sólo escucho “confía”, “confía”. Aquellas habían sido las únicas palabras de su padre ese día.

Llorando de rabia, quitó su mano de la venda y se dispuso a aceptar. Al alto sonido de su corazón se escuchó uno más. Sin ninguna duda, algo o alguien estaba librando una pelea. De nuevo perdió el sentido del tiempo. Segundos, minutos u horas. Esta vez fue el alba, lo que le devolvió la consciencia del ahora. Escuchaba los ruidos de una mañana cualquiera, especies de pájaros, riachuelos de agua, pequeños roedores. Con firmeza se quitó la venda de los ojos.

Frente a él estaba su padre, con obvias señales de lucha, sonriendo.

Año tras año, aquella noche todos los guerreros defendían, con su vida, la confianza de su tribu.

Autora: Raquel Valdazo. Psicóloga ámbito clínico. Colegiada M-22413
Inspirado en el ritual de la infancia a la juventud de los indios Cherokee.

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